Todo comenzó con un movimiento laical. El Tesoro escondido en el Monte Carmelo Mexicano del P. Agustín de la Madre de Dios, obra inédita hasta 1986, refiere pintorescos pormenores. Las iniciadoras fueron un grupo de pías andaluzas, viudas y doncellas, arribadas por motivos familiares u otros a tierras de Méjico. Por su atracción a la oración y a la soledad, Ana Núñez aparece como la mente directora del grupo. Había nacido en Gibraleón. Llegó a Veracruz con su hermana Beatriz al quedar huérfanas en patria. Fallecido el hacendado hermano Pedro, Ana se dio a una vida de recogimiento y Beatriz contrajo matrimonio. Elvira Suárez, dama sevillana que vino a Méjico, enviudó al poco tiempo. Así se unió a la vida de piedad de Ana Núñez. Pronto se les juntó otra sevillana, Juana Fajardo.
Las tres piadosas andaluzas vivieron primero en el hogar de Beatriz Núñez. Desde 1593 tuvieron su casa aparte. Bajo la dirección del P. Alonso Ruiz, SJ, determinaron vivir en clausura religiosa y emitieron el voto de castidad en manos del vicario del obispo. Su casa fue convertida en Recogimiento por el obispo de Puebla en 1596. Allí ingresó también María de Vides, sobrina del director P. Alonso.
Por razones climáticas en 1601 la casa se trasladó a Puebla. Entre tanto llegaron las Obras de Santa Teresa a manos de las recogidas. Las había traído de España un franciscano, comisario de la Inquisición. La lectura asidua y comentada de estos Escritos fue configurando a la comunidad de laicas piadosas hacia la formación de una comunidad carmelitana. El carmelita Pedro de los Apóstoles, que había convivido con San Juan de la Cruz en España, fue el confesor y el iniciador en las enseñanzas de la comunidad teresiana.
Fue larga la tramitación de los breves pontificios de fundación canónica. En un documento del Archivo Vaticano se habla de la instancia presentada por el arzobispo electo de México y del presidente del Consejo de Indias al General de la Orden para la fundación de un Carmelo en la ciudad de México. El 29 de mayo del 1601 la Congregación de Obispos y Regulares decidía: “Scribatur ad mentem Smi.” ¿Cuál era la mente del Papa? En carta de esta Congregación Romana al General Francisco de la Madre de Dios se decía que no se mandaran monjas a Méjico, porque “non convenía en modo alguno exponer las monjas al peligro de la navegación y del largo viaje, de donde podían nacer escándalos y desórdenes de gran consecuencia”. Se facultaba al General para que respondiese, si fuera necesario incluso con censuras, si las instancias se repetían pidiendo monjas de España para cualquier parte de las Indias.
Así la primera fundación de Carmelitas Descalzas en suelo americano no se hizo con fundadoras provenientes de la península ibérica. Nació carismáticamente de la evolución teresiana del grupo de laicas que vivían la vida comunitaria en su casa de Puebla. El Papa Clemente VIII concedió la bula de erección el 5 de julio del 1602. Por el retraso de correos y por otros motivos su ejecución tuvo lugar sólo el 27 de diciembre del 1604. “Fue toda la ciudad -escribe el Tesoro escondido...- en forma de cabildo, con el señor obispo” (p. 312). Las cinco perseverantes aspirantes recibieron el hábito. Predicó en la ceremonia el prior del Carmen, Pedro de los Apóstoles. “Fueron -escribe todavía el Tesoro escondido- las primeras Carmelitas que la América gozó...”
Hicieron la profesión en el día de los Santos Inocentes del año siguiente. Entraron dos jóvenes más. El monasterio prosiguió su vida con el ingreso de nuevas vocaciones. Era priora la M. Ana Núñez de Jesús y supriora la M. Elvira Suárez de San José. María de Vides de la Presentación fungía de tornera y la M. Juana Fajardo de San Pablo quedó como maestra de novicias.
Con las leyes persecutorias del país el monasterio conoció exilios y supresiones temporales. Pero durante los 400 años de existencia de este primer monasterio en suelo americano han perseverado en él 198 Carmelitas. Después de las cinco fundadoras españolas la mayoría de las vocaciones han provenido en su mayoría del mismo arzobispado de Puebla. La comunidad ha tenido la fortuna de conservar hasta la actualidad su documentación histórica. Ha logrado también recuperar parte del monasterio inicial, objetivo que no obtenido ningún otro Carmelo del país.
En 1970 se logró restaurar el edificio, restituyéndole en lo posible su aspecto primitivo. El histórico monasterio de Puebla fundó el de Guadalajara en 1695. En 1748 dio origen al segundo Carmelo, el de la Soledad, en la misma ciudad de Puebla. En 1851 participó en el nacimiento de la comunidad de Orizaba. Puebla ha participado incluso fuera de sus fronteras nacionales en la expansión del Carmelo, porque en 1984 se fundó con su ayuda el monasterio de Santa Cruz, hoy en Cobán (Guatemala). Ha producido una germinación nueva por siglo de existencia.
La crónica de Tesoro escondido... es pródiga en relatar la vida de varias religiosas que se han distinguido por su elevada santidad en este convento, sobresaliendo el nombre de la M. Isabel Bonilla de la Encarnación (1594-1633). Todo el Carmelo de América, la del Norte y la del Sur y la insular, celebro con alegría el IV centenario de la primera implantación de la vida teresiana de clausura en el Continente. El año 2004 fue IV Centenario del Carmelo femenino en el Nuevo Mundo.
No comments:
Post a Comment