"Mira, piensa lo que haces con estas monjas, no enojes a Dios, yo estuve en sus maitines y vi que estaban ángeles entre ellas que las guardan con espadas desenvainadas".
Fue durante una estancia de la excéntrica ermitaña con las Carmelitas descalzas de Pastrana, que advirtió a la caprichosa princesa de Éboli que tuviese cuidado con sus desplantes y actitudes hacia las monjas de la Madre Teresa. Oyendo una noche de los reyes los maitines de las monjas por una ventanilla que caía al coro, vio ésta sierva de Dios lleno de ángeles que asistían a las divinas alabanzas, y que cada monja tenía uno cabe sí con la espada desnuda y junto a la bendita madre (Madre Isabel de Santo Domingo, priora) la serenísima Reina del Cielo. Salida dijo a la Princesa: "Mira, piensa lo que haces con estas monjas, no enojes a Dios, yo estuve en sus maitines y vi que estaban ángeles entre ellas que las guardan con espadas desenvainadas".
Tristemente la veleidosa princesa no dió importancia a su consejo...
En Vida De La Bendita Madre Isabel De Santo Domingo. Compañera De Santa Teresa,
de Miguel Baptista de Lanuza.
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