Tuesday, June 23, 2020

"El primer milagro de Santa Teresa"

Mientras construían el convento de San José de Ávila, un muro se derrumbó y le cayó encima al pequeño sobrino  de la Madre Gonzalo de Ovalle hijo de doña Juana de  Ahumada. Se lo entregaron a Santa Teresa y ella lo tomó en sus brazos mientras rezaba. En unos minutos el niño estaba sano y de vuelta en los brazos de su madre. En la primitiva biografía de el padre Yepes lo relata de esta manera: "estando un rato de esta manera con el niño en brazos y con el corazón en Dios, súbitamente el que todos juzgaban por muerto comenzó a revivir como si despertara de un sueño..." (Fray Diego de Yepes: "Vida, virtudes y milagros de la bienaventurada virgen Teresa de Jesús", Zaragoza 1606).
“No consintamos… que sea esclava de nadie nuestra voluntad, sino del que la compró por su sangre”

Santa Teresa de Jesús 
C.4,8

Thursday, February 27, 2020

"No me acuerdo del purgatorio ni de los grandes pecados que he hecho y por los que merecía el infierno. Todo se me olvida con esa ansia de ver a Dios. Y aquel desierto y soledad le parece al alma mejor que toda la compañía del mundo". 

Santa Teresa de Jesús 
(Vida 20,13)

Wednesday, February 26, 2020

Antifona "Sancta Mater Terésia"

En el antiguo ritual carmelitano de los religiosos y religiosas de la Orden de descalzos de Nuestra Madre Santísima "La Virgen María del Monte Carmelo" de la primitiva observancia, ordenaba que esta antifona se cantara después de la procesión en el día de San Bartolomé apóstol en acción de gracias por el feliz principio de nuestra sagrada reforma.

Beatriz de Jesús, Sobrina de Santa Teresa

Aunque la más conocida sobrina de Santa Teresa fue la graciosa Teresita de Cepeda nacida en Quito, hija de su hermano Lorenzo, y quien profesó y murió en el Convento de San José de Ávila, la Madre Teresa tuvo otra sobrina qué profeso entre sus descalzas en el Convento de Alba de Tormes.

Nacida en 1560 era hija de su hermana Juana de Ahumada y de Juan de Ovalle, llevó el nombre de su abuela materna Doña Beatriz. Se refiere que cuando era pequeña su hermanito Gonzalo, que para desayunar le habían dado pasas, se fue a donde su hermanita estaba durmiendo y la llenó la boca de pasas, que casi la ahoga si no hubieran acudido aún a tiempo. Le preguntan el por que había hecho aquello y con inocencia contesta "que quería darla de almorzar lo que le habían dado a él". Más tarde supo el percance y con no menos gracia decía: "Como de niña casi me matan las pasas, ahora me muero yo por ellas".

Cuando cumplió cinco años sus padres la llevaron a residir a un convento de Benedictinas donde era monja la hermana de Don Juan, una monja en una ocasión la llamó "Ahumadita", y tanto se agravió, que con semblante serio le respondió: "Doña Beatriz de Ahumada me llamo".

Tenia un gran gusto por la música, sabia tocar algunos instrumentos, también en su juventud fue dada a muchas galas y vanidades qué probablemente le llevaron a sufrir una fuerte calumnia en su honra.

Despues de muchos avatares, ingresará al Convento de Alba de Tormes ya fallecida su santa tía ; fue a la fundación del convento de Ocaña, también fue priora de los conventos de Toledo y Madrid.

Murió santamente en el Convento de Santa Ana de Madrid donde su cuerpo se conservaba. Las turbas comunistas del 36 se apoderaron del convento, cuando las monjas fueron obligadas a abandonar su convento, los cadáveres de las religiosas que murieron en olor de santidad fueron profanados con saña infernal, entre ellos el cuerpo de la Madre Beatriz. Siendo dificultoso abrir las arcas donde se encontraban los cadáveres, dispararon sus pistolas y uno de los tiros atravesó el pecho y otro una pierna de la venerable Beatriz. Los cadáveres fueron sacados a la calle, en las bocas les ponían pitillos y en las manos pistolas, con el objeto de que fueran el ludibrio de los que los vieran. Afortunadamente los restos mortales fueron recuperados y aun se conservan en el Convento madrileño.

Una de las vidas más ásperas y misteriosas que en España hemos visto...

Catalina de Cardona 

Catalina de Cardona llegó a Pastrana en mayo de 1571, hospedándose en el palacio de los Príncipes de Éboli. Venía buscando candidatos para la fundación de un convento de frailes descalzos junto a su cueva de ermitaña en La Roda. A finales de mes y en la iglesia de San Pedro de los carmelitas descalzos, "estando presentes todos los frailes - escribe Teresa de Jesús nueve años más tarde - recibió el hábito de Nuestra Señora del Carmen" (F 28, 30). Pero extrañamente, el hábito, con su capucha, era de fraile. "Nunca a ser monja se inclinó -comenta Teresa-, como el Señor le llevaba por otro camino; parecíale le quitaran por obediencia sus intentos de aspereza y soledad". 

Está ermitaña había llegado con una gran fama de llevar una vida misteriosa y de penitencia extraordinaria: "hacía - escribe Gracian más tarde- una de las vidas más ásperas y misteriosas que en España hemos visto en nuestros tiempos, con admiración de todos aquellos pueblos que la llamaban "la buena mujer". Se hablaba de que hacía milagros y de sus victorias contra los demonios. "la buena mujer" era alabada por su amabilidad - dentro de gran rusticidad- por los admiradores que acudían a ella a pedir su oración y bendiciones. No se preocupaba de ocultar sus practicas penitenciales extremas. Al contrario casi parecía exhibirlas, como de medio de edificación de los demás. 

La ermitaña, en su nuevo hábito de carmelita con capilla frailuna, salió pronto de Pastrana en viajes a la redonda para sacar dinero para la proyectada fundación de frailes en La Roda. En primer término, se dirigió a Madrid, donde Ruy Gómez la presentará a personas realcionadas con la Corte. 

Entre las personas que la llamaban "madre" estaba Juan de Austria, que precisamente ahora, el 6 de junio de 1571, partía de Madrid para ponerse al mando de la gran escuadra naval cristiana conjunta para repeler la armada turca que acosaba a las costas del mediterráneo oriental. Hasta correría la voz de que la ermitaña estuvo cerca - con una visión del fragor de la batalla y con clamor al Señor- a la gran victoria de Lepanto el 7 de octubre del mismo año 1571. 

En diciembre de 1571  la ermitaña fue a Toledo con el fín de llegar limosnas de los nobles; visitó en esa ocasión a las carmelitas descalzas.  

La Cardona debió regresar en alguna ocasión a Pastrana y por última vez en los primeros meses de 1572 con un cofre lleno de dinero para la proyectada fundación de descalzos de La Roda. Partió para esa localidad el 18 de marzo de 1572, celebrando al día siguiente la fiesta de San José en Altamira, donde unos meses antes se había abierto un convento de descalzos. La acompañaron Pedro de los Apóstoles, futuro superior del convento, y Baltasar de Jesús, fundador. 

La Cardona entra en la historia oficial de los Descalzos por patrocinar la fundación del dicho convento de La Roda. Aunque no aceptó - más bien rechazó - con cierto desdén - vivir en un convento de descalzas o en hábito de descalza, fue aceptada en la historia oficial del siglo XVII como "hermana". Jerónimo Ezquerra la coloca segunda, tras Teresa de Jesús en la lista de 100 carmelitas descalzas insignes por la virtud. Varios Carmelitas la consideraron digna de escribir su vida, entre ellos Tomás de Jesús; y los historiadores le dedicaron largos capítulo de las crónicas. 

Muchos carmelitas descalzos admiraron su vida penitente y de soledad, y confiaron en el poder de su oración al Señor. Algunos la recordaron como ejemplo estimulante para las comunidades en la dimensión de la vida solitaria y penitente. Sin percatarse de que su anormalidad de aparecer en "hábito de hombre" y su voluntad de vivir en solitario y no en la comunión y obediencia de la comunidad le inválidaban totalmente como modelo de la comunidad teresiana. 

¿En qué medida, cómo y cuándo Cardona, la asceta, influyó en la tendencia al ejercicio de excesivas prácticas penitenciales, que se advierte en grupos de descalzos? A mi parecer, la influencia fue real, pero no tan notable y decisiva como lo afirman algunos cronistas y manualistas de la historia de la Orden. Existieron ciertamente entre los descalzos grandes admiradores de la vida extremadamente asceta de la Cardona, pero fueron pocos - y sin la suficiente autoridad- para integrar su visión en la praxis de vida descalza. Las tendencias hacia una "excesiva aspereza", "credulidad en demasía en lo extraordinario" y "tendencia a vida eremita" existían en grupos de descalzos antes de que apareciera en el horizonte "la buena mujer", y continuaron independientemente de ella. 

Respecto al cuándo y cómo pudo hacerse más viva y permanente la influencia de la Cardona entre algunos descalzos, hay que situarlo, a mi parecer, no en su paso relativamente fugaz por Pastrana, sino en los cinco años, de 1572 a 1577, que vivió en La Roda. Allí, a un paso de la 'cueva- vivienda' de la asceta, estaba asentado el convento de los descalzos, que hizo de noviciado algún tiempo, y relativamente cerca estaban los eremitorios de Altamira y la Peñuela. En esos conventos y eremitorios vivieron religiosos que se sintieron estimulados a una vida de rigor penitente por el ejemplo de la "ermita asceta", religiosos, que más tarde, como formadores o superiores, influyeron directa o indirectamente, en el rumbo que toma el carmelo descalzo en los conventos de Castilla a finales de la década de los ochenta del siglo XVI y que continuará en la Congregación española en el siglo XVII. 

(Domingo A. Fernández de Mendiola. El Carmelo Teresiano en la historia.)

"Ambrosio de Villarreal, cirujano que atendió en sus últimos momentos a san Juan de la Cruz"

El licenciado cirujano Ambrosio de Villarreal perteneció a una familia ubetense cuna de grandes y afamados médicos.

La saga se inició con el licenciado cirujano Diego de Villarreal, que atendió a toda la escala social, desde las mujeres de la mancebía hasta a don Francisco de los Cobos, comendador mayor de León y todopoderoso secretario de Carlos V. Atendió a la familia Vandelvira durante su etapa ubetense.
El licenciado cirujano Ambrosio de Villarreal fue el cuarto hijo de Diego de Villarreal; se licenció en medicina por la Universidad de Alcalá de Henares y viajó a Italia para completar su formación. Ejerció la medicina en Úbeda desde 1565, vivió en la calle de las Parras. Don Ambrosio fue quien asistió a San Juan de la Cruz cuando enfermó y se llegó al convento ubetense de los carmelitas, certificando su fallecimiento. 

El cirujano, se vio obligado a sajar la pierna enferma. No utilizó en exceso los calmantes y, según parece, su tijera fue generosa en su corte. Se cuenta que el fraile enfermo comentó: “¿Qué ha hecho vuestra merced, señor licenciado?”. “Hele abierto a vuestra reverencia el pie y la pierna, y me pregunta qué le he hecho”, contestó don Ambrosio. Fray Juan le dijo al hermano enfermero Diego de Jesús: “Si es menester cortar más, corte y en horabuena y hágase la voluntad de mi señor Jesucristo”.

Su evolución fue cada día peor. Los medios terapéuticos que podían utilizarse en aquella época eran muy escasos. Desgraciadamente, los antibióticos no se conocían.

El cuerpo del enfermo parecía un retablo de dolores. Su enfermedad no se limitaba a las piernas llagadas, se había propagado a la espalda y un tumor se había abierto en ella. Las múltiples llagas, su debilidad y el dolor le impedían cambiar de postura. Colgaron del techo una soga que caía sobre la cama, y asido a ella podía moverse algo.

Al enfermo se le escuchaba en ocasiones decir: “Más paciencia, más amor, más dolor”.

La evolución fue cada vez peor, su enfermedad se generalizó a todo su cuerpo y, finalmente, fray Juan de la Cruz falleció el sábado 14 de diciembre de 1591.

Fuentes: https://somniumiacob.com/ambrosio-de-villarreal/

https://www.google.com/amp/s/elmedicointeractivo.com/enfermedad-y-muerte-san-juan-cruz-20110919185816068415/amp/