Wednesday, February 26, 2020

Beatriz de Jesús, Sobrina de Santa Teresa

Aunque la más conocida sobrina de Santa Teresa fue la graciosa Teresita de Cepeda nacida en Quito, hija de su hermano Lorenzo, y quien profesó y murió en el Convento de San José de Ávila, la Madre Teresa tuvo otra sobrina qué profeso entre sus descalzas en el Convento de Alba de Tormes.

Nacida en 1560 era hija de su hermana Juana de Ahumada y de Juan de Ovalle, llevó el nombre de su abuela materna Doña Beatriz. Se refiere que cuando era pequeña su hermanito Gonzalo, que para desayunar le habían dado pasas, se fue a donde su hermanita estaba durmiendo y la llenó la boca de pasas, que casi la ahoga si no hubieran acudido aún a tiempo. Le preguntan el por que había hecho aquello y con inocencia contesta "que quería darla de almorzar lo que le habían dado a él". Más tarde supo el percance y con no menos gracia decía: "Como de niña casi me matan las pasas, ahora me muero yo por ellas".

Cuando cumplió cinco años sus padres la llevaron a residir a un convento de Benedictinas donde era monja la hermana de Don Juan, una monja en una ocasión la llamó "Ahumadita", y tanto se agravió, que con semblante serio le respondió: "Doña Beatriz de Ahumada me llamo".

Tenia un gran gusto por la música, sabia tocar algunos instrumentos, también en su juventud fue dada a muchas galas y vanidades qué probablemente le llevaron a sufrir una fuerte calumnia en su honra.

Despues de muchos avatares, ingresará al Convento de Alba de Tormes ya fallecida su santa tía ; fue a la fundación del convento de Ocaña, también fue priora de los conventos de Toledo y Madrid.

Murió santamente en el Convento de Santa Ana de Madrid donde su cuerpo se conservaba. Las turbas comunistas del 36 se apoderaron del convento, cuando las monjas fueron obligadas a abandonar su convento, los cadáveres de las religiosas que murieron en olor de santidad fueron profanados con saña infernal, entre ellos el cuerpo de la Madre Beatriz. Siendo dificultoso abrir las arcas donde se encontraban los cadáveres, dispararon sus pistolas y uno de los tiros atravesó el pecho y otro una pierna de la venerable Beatriz. Los cadáveres fueron sacados a la calle, en las bocas les ponían pitillos y en las manos pistolas, con el objeto de que fueran el ludibrio de los que los vieran. Afortunadamente los restos mortales fueron recuperados y aun se conservan en el Convento madrileño.

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