El monte Carmelo, cuya hermosura ensalza la Biblia, ha sido siempre un
monte sagrado. El profeta Elías lo convirtió en el refugio de la
fidelidad al Dios único y lugar de encuentro con el Señor. En tiempo de
las Cruzadas, ermitaños cristianos inspirados por la vida y espíritu del
profeta, se acogieron en las grutas de aquel monte reuniéndose en torno
a una iglesia que dedicaron a la Virgen María, tomándola. Como patrona de su grupo.
Todos los Carmelitas podemos decir que nuestras raíces están en el
monte santo. Y escuchamos las palabras de Santa Teresa de Jesús:"Pongan
siempre los ojos en la casta de donde venimos, de aquellos santos
Profetas. ¡Qué de santos tenemos en el cielo que trajeron este hábito!
Tomemos una santa presunción, con el favor de Dios, de ser nosotros como
ellos."
«El Carmelo está llamado a ser un oasis de
contemplación y de espiritualidad, donde el hombre del dos mil, pueda
encontrar los auténticos valores del espíritu»
(Juan Pablo II)
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