Nuestra monja fundadora tiene que abandorar la casita, pequeñita y
pobre, que prepara para su nuevo convento, desplazarse a Toledo para
vivir en casa de una de las más grandes señoras del reino de España. ¿Lo
disfrutará Teresa ? La señora de la Cerda le da de todo, con tal de
tenerla contenta y mostrar su agradecimiento por haber aceptado
su hospitalidad. Pero a Teresa le sobra todo. No quiere ni probar
bocado de los opíparos banquetes que la señora prepara para que sus
distinguidas amigas toledanas vayan a conocer a la monja con fama de
tener visiones y éxtasis.
Hunde sus pies descalzos en las
alfombras y se toca con un velo negro y un sayal de sarga. Lo suyo es
vivir en la libertad que ha experimentado desde que optó por pobreza y
la descalcez. A su señora la veía esclava de sí misma, porque tenía que
vestir y calzar como pedía su condición, nó como se sintiera más cómoda.
Aquellas señoras no podían comprender a la monja, ni la monja a ellas.
Años después critica la penosa vida de las que se llaman señoras, y
reacciona solemnemente. La esuchamos:
"Tomó grande amor
conmigo; yo se le tenía harto de ver su bondad, mas casi todo me era
cruz, porque los regalos me daban gran tormento, y el hacer tanto caso
de mí me traía gran temor".
"Andaba mi alma tan encogida, que
no me osaba descuidar ni se descuidaba el Señor; porque estando allí, me
hizo grandísimas mercedes, es éstas me daban tanta libertad y tanto me
hacían menospreciar todo lo que veía, que no dejaba de tratar con
aquellas tan señoras, que muy a mi honra pudiera yo servirlas, con la
libertad que si yo fuera su igual"
"Saqué una ganancia muy
grande y se lo decía. Vi que era mujer y tan sujeta a pasiones y
flaquezas como yo, y en lo poco que se ha de tener el señorío, y cómo,
-mientras es mayor-, tienen más cuidados y trabajos, y un cuidado de
tener la compostura conforme a su estado, que no las deja vivir. Comer
sin tiempo ni concierto, porque ha de andar todo conforme al estado y no
a las complexiones; han de comer muchas veces los manjares más
conformes a su estado que no a su gusto".
"Es así que de todo
aborrecí el desear ser señora. Dios me libre de mala compostura, aunque
ésta,- con ser de las principales del reino-, creo hay pocas más
humildes y de mucha llaneza. Yo la tenía lástima y se la tengo, de ver
cómo va muchas veces no conforme a su inclinación por cumplir con su
estado. Una de las mentiras que dice el mundo es llamar señores a las
personas semejantes, que no me parece son sino esclavos de mil cosas" (V
34, 3-4).
¡Basta, por hoy! Todavía nos queda oir á Teresa
otras nuevas impresiones de su estancia en Toledo. Nos encanta oirla y
seguir tranquilamente sus inesperadas reacciones ante los
acontecimientos, que se suceden en aquel palacio.
Mons. Nicolás González
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