Monday, February 4, 2013

La capa de la Santa Madre...

Hay un episodio en la vida de la Madre Maravillas de Jesús que no parece si no una caricia de Santa Teresa. No pudo ella soñar que se le viniera a las manos, al convento de las carmelitas del cerro de los Ángeles, inesperadamente una capa blanca de Santa Teresa que se venia venerando hacia tiempo en la iglesia de San José de Madrid, antiguamente regentada por los padres carmelitas descalzos. Fue doña Cecilia Urquijo y Ussia, madre de la hermana Dolores de Jesús, feligresa de aquella parroquia quien consiguió la capa y la llevo al Carmelo del Cerro de los Angeles.

La capa esta vieja, mugrienta, andrajosa, pero las carmelitas la reciben como el mas preciado de los tesoros, y saben con sus manos, acostumbradas a hacer primores, transformarla poco a poco. Hoy se puede venerar en dicho monasterio esta preciosísima reliquia, que la madre priora se pone todos los años para comulgar el día 15 de octubre, solemnidad de Santa Teresa.

La Madre Maravillas describió así el recibimiento de la capa, en carta al padre Silverio de Santa Teresa, carmelita descalzo:

"Tengo una gran noticia que darle. Tenemos aquí una capa de nuestra Santa Madre... Puede figurarse como estamos de contentas, padre nuestro, con tal tesoro... La capa esta muy fuerte, eso si, pero hecha una criba, no solo por los muchísimos pedazos que tiene cortados por todo ella, sin cuidado alguno, lo que hace que este llena de agujeros, sino por los ocasionados por la polilla. Le hemos quitado los montones de polvo que tenia, y ahora viene lo que querríamos saber. Como da tanta pena verla así, se nos ha ocurrido si, con muchísimo cuidado, rellenar esos cortados o agujeros, y lo mismo los apolillados que sean grandes, con pedazos de la misma capa, que tiene colgando uno que daría para ello y quedaría muy bien, perdiendo el aspecto tristísimo que ahora tiene, y creemos sin estropear nada; pero yo no me atrevo a tocarla sin que vuestra reverencia me diga si le parece puede hacerse, o si será disparate. Si la viera , creo que nos diría que lo hiciésemos, pues parece un andrajo como está.

!Que devoción y que emoción da, padre nuestro, venerar esta capa que cubriría aquel Corazón tan enamorado de Dios...! Mucho le pedimos nos haga ser hijas verdaderas suyas. Nos la trajeron, padre nuestro, en una urna cerrada, que había perdido la llave, y solo tenia un rinconcito de cristal roto. La capa estaba adornada con flores, también polvorientas, de trapo.

La recibimos en la puerta reglar con capas y velas encendidas y la llevamos procesionalmente al coro, donde cantamos la antífona de Nuestra Santa Madre. Acabado todo esto, procedimos a abrirla lo que logramos enseguida, y lo primero que salio de la urna fue una "mariposica blanca". Había vivido entre aquellas flores, como si fueran frescas de primavera. Es "una mariposica blanca , muy graciosa" que se cogió de allí, y conservamos de recuerdo."

A las monjas del monasterio de Batuecas, que participaban de todas las penas y alegrías de sus hermanas del monasterio del Cerro de los Angeles, les hablaba de la capa la madre Maravillas en estos términos:

"Les envío la fotografiá de la capa de la Santa Madre, para que vean que pena como la han puesto a fuerza de dar reliquias. No saben como esta de zurcidita por el cuello, y la muletilla toda gastada por el uso. Es mucho mas corta que las nuestras, por lo que creo ha de ser la que saco de la Encarnación. !Que cosa , a lo mejor la tenia cuando se le lleno la boca de sangre!.

Las carmelitas siempre comulgaban con la capa. Por eso so, la Madre Maravillas sospecha que es muy posible que Santa Teresa llevase esta capa cuando recibió aquella gracia mística.

Entre la multitud de Mercedes del cielo que recibió la Santa Madre Teresa, cuenta que un Domingo de Ramos, día que acostumbraba ella a comulgar para ofrecerle posada al Señor por lo mal que le habían recibido en Jerusalén, al no invitarle a comer aquel día, el Señor la hizo escuchar interiormente estas palabras: "Yo quiero, hija, que mi sangre te aproveche", y al mismo tiempo sintió que la boca se le llenaba de sangre, viva y muy caliente, la sangre del Cordero Inmaculado.

Y concluye la Madre Maravillas la carta: "A ver si nos concede la gracia, si quiera al fin de la vida, de darnos a El de veras"

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