Hay un episodio en la vida de la Madre Maravillas de Jesús que no
parece si no una caricia de Santa Teresa. No pudo ella soñar que se le
viniera a las manos, al convento de las carmelitas del cerro de los
Ángeles, inesperadamente una capa blanca de Santa Teresa que se venia
venerando hacia tiempo en la iglesia de San José de Madrid, antiguamente
regentada por los padres carmelitas
descalzos. Fue doña Cecilia Urquijo y Ussia, madre de la hermana
Dolores de Jesús, feligresa de aquella parroquia quien consiguió la capa
y la llevo al Carmelo del Cerro de los Angeles.
La capa esta
vieja, mugrienta, andrajosa, pero las carmelitas la reciben como el mas
preciado de los tesoros, y saben con sus manos, acostumbradas a hacer
primores, transformarla poco a poco. Hoy se puede venerar en dicho
monasterio esta preciosísima reliquia, que la madre priora se pone todos
los años para comulgar el día 15 de octubre, solemnidad de Santa
Teresa.
La Madre Maravillas describió así el recibimiento de la capa, en carta al padre Silverio de Santa Teresa, carmelita descalzo:
"Tengo una gran noticia que darle. Tenemos aquí una capa de nuestra
Santa Madre... Puede figurarse como estamos de contentas, padre nuestro,
con tal tesoro... La capa esta muy fuerte, eso si, pero hecha una
criba, no solo por los muchísimos pedazos que tiene cortados por todo
ella, sin cuidado alguno, lo que hace que este llena de agujeros, sino
por los ocasionados por la polilla. Le hemos quitado los montones de
polvo que tenia, y ahora viene lo que querríamos saber. Como da tanta
pena verla así, se nos ha ocurrido si, con muchísimo cuidado, rellenar
esos cortados o agujeros, y lo mismo los apolillados que sean grandes,
con pedazos de la misma capa, que tiene colgando uno que daría para ello
y quedaría muy bien, perdiendo el aspecto tristísimo que ahora tiene, y
creemos sin estropear nada; pero yo no me atrevo a tocarla sin que
vuestra reverencia me diga si le parece puede hacerse, o si será
disparate. Si la viera , creo que nos diría que lo hiciésemos, pues
parece un andrajo como está.
!Que devoción y que emoción da,
padre nuestro, venerar esta capa que cubriría aquel Corazón tan
enamorado de Dios...! Mucho le pedimos nos haga ser hijas verdaderas
suyas. Nos la trajeron, padre nuestro, en una urna cerrada, que había
perdido la llave, y solo tenia un rinconcito de cristal roto. La capa
estaba adornada con flores, también polvorientas, de trapo.
La
recibimos en la puerta reglar con capas y velas encendidas y la llevamos
procesionalmente al coro, donde cantamos la antífona de Nuestra Santa
Madre. Acabado todo esto, procedimos a abrirla lo que logramos
enseguida, y lo primero que salio de la urna fue una "mariposica
blanca". Había vivido entre aquellas flores, como si fueran frescas de
primavera. Es "una mariposica blanca , muy graciosa" que se cogió de
allí, y conservamos de recuerdo."
A las monjas del monasterio
de Batuecas, que participaban de todas las penas y alegrías de sus
hermanas del monasterio del Cerro de los Angeles, les hablaba de la capa
la madre Maravillas en estos términos:
"Les envío la
fotografiá de la capa de la Santa Madre, para que vean que pena como la
han puesto a fuerza de dar reliquias. No saben como esta de zurcidita
por el cuello, y la muletilla toda gastada por el uso. Es mucho mas
corta que las nuestras, por lo que creo ha de ser la que saco de la
Encarnación. !Que cosa , a lo mejor la tenia cuando se le lleno la boca
de sangre!.
Las carmelitas siempre comulgaban con la capa. Por
eso so, la Madre Maravillas sospecha que es muy posible que Santa
Teresa llevase esta capa cuando recibió aquella gracia mística.
Entre la multitud de Mercedes del cielo que recibió la Santa Madre
Teresa, cuenta que un Domingo de Ramos, día que acostumbraba ella a
comulgar para ofrecerle posada al Señor por lo mal que le habían
recibido en Jerusalén, al no invitarle a comer aquel día, el Señor la
hizo escuchar interiormente estas palabras: "Yo quiero, hija, que mi
sangre te aproveche", y al mismo tiempo sintió que la boca se le llenaba
de sangre, viva y muy caliente, la sangre del Cordero Inmaculado.
Y concluye la Madre Maravillas la carta: "A ver si nos concede la
gracia, si quiera al fin de la vida, de darnos a El de veras"
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