Thursday, February 7, 2013

"!Oh que buenas calles tiene Madrid!"

Lo santo no esta reñido con lo humano. Ni en personas que han sido favorecidas por Dios con altísima oración y fenómenos místicos se da disociación entre lo natural y sobrenatural.

Santa Teresa era toda jovialidad y sencillez. Se ganaba a la gente con su cariño y gracejo. Cuando estuvo en Madrid en casa de una dama de alcurnia doña Leonor de Mascareñas, la portuguesa, dama de honor de la emperatriz Isabel y aya de Felipe II, todos los devotos de la Corte se apresuraron a visitar a la "Santa de Ávila". Esperaban que hiciese milagros, o cayese en éxtasis, o se elevase hasta el techo; pero no manifestó sino una simpatía humilde y cortes, algo ingenua. Los que aguardaban oír de ella dichos sublimes quedaban sorprendidos al escucharla: "!Oh que buenas calles tiene Madrid!", y seguía hablando de la lluvia y del tiempo.

Pero las Descalzas Reales, a las que iba a visitar, estaban maravilladas "!Bendito sea Dios! Hemos visto a una santa a la que podemos imitar. Habla, duerme y come igual que nosotras y conversa sin ceremonias".

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