Agosto de 1567 es el encuentro de Teresa y Juan de la Cruz en Medina
del Campo. Ella tenía 52 años, él 25. Tiene lugar en el convento de las
Carmelitas Descalzas. Juan está repensando su vocación carmelitana y
emprender un nuevo camino en la Cartuja.
Teresa ve realizados
sus sueños, descubre en el joven Juan de Santo Matías el ideal para
empezar una nueva vida entre los Carmelitas Descalzos.
Juan ve en Teresa una mujer con una hondura espiritual, una capacidad
de liderazgo y una claridad de ideas que le entusiasma. Desde este
momento los destinos de Teresa y Juan van a caminar bastante
entrelazados.
Teresa ve a Juan de la Cruz como un santo, un
hombre celestial y divino, no ha hallado otro de la misma altura
espiritual, es un gran tesoro, Dios le ha concedido una particular
gracia en los caminos del Espíritu. Por eso lo recomendará como
consejero espiritual a sus hijas y a otras personas allegadas. Juan es
un buscador de Dios y un verdadero experto en los caminos de Dios.
Para el Santo Carmelita la Doctora Mística es “madre y santa”. Según
los testimonios que poseemos, en la conversación ordinaria y el trato de
frailes y monjas, siempre se hablaba de “nuestra santa Madre” o “la
santa Madre Teresa”. Así lo haría el Santo de Fontiveros. Él estaba
convencido de la santidad de la Fundadora y del influjo espiritual que
había tenido en los primeros descalzos y descalzas. Por eso las palabras
de “madre y santa” eran las palabras más apropiadas.
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