FRANCISCO Y TERESA
Francisco y Teresa, dos grandes santos de nuestra Iglesia, humanos , místicos, contemplativos, dos serafines heridos por el amor de Dios. Francisco, el pobrecillo de Asís, el enamorado de la dama pobreza, el juglar de Dios, el que después de haber admirado al mundo con sus virtudes y milagros, se retiró al monte Alberna a vivir la cuaresma del año 1224,y en donde una mañana, hallándose en oración, se sintió tan abrasado en incendios del divino amor y con deseos de imitará Jesús crucificado, que de repente vio bajar de lo más alto del Cielo un serafín en figura de Cristo crucificado, que en rapidísimo vuelo vino a dispararse sobre él, y después de la visión dejó en su corazón una impresión maravillosa, y al mismo tiempo en el cuerpo las misteriosas llagas en los pies, manos y en el costado. "llevaba arraigada en el corazón la cruz de Cristo. Y por eso le brillaban las llagas al exterior, en la carne, porque la cruz había echado muy hondas raíces dentro, en el alma", nos dice su biógrafo Tomás de Celano.
Teresa la gran reformadora del Carmelo y la Iglesia, la gran mística y la humilde monja carmelita, andariega de Dios. Un día del año 1560 orando recibió una visión de un ángel, en forma corpórea, ubicado a su izquierda, inflamado de amor. El ángel le traspasó el corazón con un dardo de fuego.Este es el fenómeno de la "transverberación", Teresa lo relata así: "Veía un ángel cabe mí, hacia el lado izquierdo, en forma corporal [...]. Veía en sus manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Éste me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios [...]. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento"
A Teresa le separan tres siglos de san Francisco y Teresa de nosotros casi cinco, sus vidas pueden parecer tan distantes pero a la ves tan cercanas, en un mundo que nos encamina a lo superficial, con sus dolores y sus realidades pero también con sus esperanzas, un mundo donde lo trascendente y divino suele tener ya poco valor y en donde se nos encamina a un materialismo infrenable. No muy lejano nos puede parecer las realidades que les tocaron vivir a nuestros santos, el egoísmo, el mal, el pecado sigue siendo el mismo de ayer y hoy, y las posibilidades de abrir el corazón al buen Dios también siguen siendo las mismas, ellos dieron una respuesta generosa y radical, que los llevo a la plenificacion de sus personas en Dios y para Dios al servicio de sus hermanos, fueron esa agua fresca que necesitaba nuestra Iglesia, esa agua limpia y cristalina que solo brotaba de las mas sencillas enseñanzas evangélicas, su presencia fue una bendición y una gracia, pero ante ello no podemos quedarnos solo contemplando su ejemplo admirando su valentía y testimonio; hoy igual que ayer nuestra Iglesia necesita muchos francisco y teresas que sean esa agua limpia y refrescante en medio de nuestro desierto, que nuestros santos nos animen y oren por nosotros a nuestro buen Padre celestial, para que junto con ellos podamos cantar eternamente sus misericordias y vivamos continuamente abrazados en su presencia amorosa y sobre todo podamos vivir ese llamado personal a construir el reino del amor.
No comments:
Post a Comment