“Todas las que traemos este sagrado hábito del Carmen estamos llamadas a la oración y a la Contemplación”.
Santa Teresa
Siempre tan dispuesta para la Verdad, el Bien, el Amor y el heroísmo, a través de años de intensa lucha para comunicarse con el Señor, es y será siempre: Maestra de oración.
Retomar la figura de Teresa de Jesús para nuestros tiempos, es cuestionarnos de que manera interpela la vida de esta Carmelita y su obra, nuestra propia vida. A la Santa le tocaron vivir «tiempos recios» (Vida 33,5). Y en el que «son menester amigos fuertes de Dios para sustentar a los flacos» (Vida 15,5). nos hablaba de que: «Estáse ardiendo el mundo, quieren tornar a sentenciar a Cristo, quieren poner su Iglesia por el suelo. No, hermanas mías, no es tiempo de tratar con Dios asuntos de poca importancia» (Camino 1,5). ¿No nos resulta familiar, en la realidad que vivimos, una reflexión tan luminosa e interpelante, hecha hace más de cuatro siglos por la Santa mística?
También hoy, como en el siglo XVI, y entre rápidas transformaciones, es preciso que la plegaria confiada sea el alma del apostolado, para que resuene con meridiana claridad y pujante dinamismo el mensaje redentor de Jesucristo. Es apremiante que la Palabra de vida vibre en las almas de forma armoniosa, con notas sonoras y atrayentes.
En esta apasionante tarea, el ejemplo de Teresa de Ávila nos es de gran ayuda. Podemos afirmar que, en su momento, la Santa evangelizó sin tibiezas, con ardor nunca apagado, con métodos alejados de la inercia, con expresiones llenas de luz. Esto conserva toda su frescura en la encrucijada actual, que siente la urgencia de que los bautizados renueven su corazón a través de la oración personal, centrada también, siguiendo el dictado de la Mística abulense, en la contemplación de la Sacratísima Humanidad de Cristo como único camino para hallar la gloria de Dios (Vida 22,1; Las Moradas 6,7). Así se podrán formar Cristianos auténticos, que descubran en el Evangelio el fuego de su vida; comunidades vivas y unidas, cimentadas en Cristo como en su piedra angular y que tengan sed de una vida de servicio fraterno y generoso.
Al promover un retorno radical a la Regla primitiva, alejándose de la Regla mitigada, santa Teresa de Jesús quería propiciar una forma de vida que favoreciera el encuentro personal con el Señor, para lo cual es necesario «ponerse en soledad y mirarle dentro de sí, y no extrañarse de tan buen huésped» (Camino 28,2). El monasterio de San José nace precisamente con el fin de que sus hijas tengan las mejores condiciones para hallar a Dios y entablar una relación profunda e íntima con Él.
"Este fue nuestro principio. De esta casta venimos, de aquellos santos padres nuestros del Monte Carmelo, que en tan gran soledad y con tanto desprecio del mundo buscaban este tesoro, esta preciosa margarita de que hablamos..." (M 5,1,2).
“Pongan siempre los ojos en la casta de donde venimos, de aquellos santos profetas: qué de santos tenemos..." (F 29,33).
Teresa es maestra y ¡qué Maestra! quienes se formaron en su escuela,los forja como águilas. Y también se ve la superficialidad humana y cristiana de los que ni la saludaron por el camino. Son los que se entretiene en cazar lagartijas cuando hay tanto espacio para volar. Entre tanto el pueblo de Dios, tan, desorientado,a veces envejecido, y desilusionado necesita de ese amor y esa pasion de teresa “Donde no hay amor, pon amor y cosecharás amor”.
La santa escritora de Avila escribe a vuela pluma, en los descansos de los viajes, en las breves permanencias en los conventos, sin tiempo para cuidar el estilo, para releer lo escrito o para verificar las comprobaciones más indispensables. Rehuye la terminología teológica; prefiere sustituirla por palabras usuales, al alcance de todos. La santa escribía como hablaba. Su obra está llena de silencio divino, de palabra divina; de amor. De aquel santo desatino que llamó la santa con su humildad a su divino disparate de amor, de vida.
"Asirse bien de Dios que no se muda", es lo que ella quiere. "Mirad bien -nos dice- cuán presto se mudan las personas y cuán poco hay que fiar de ellas y así hay que asirse bien de Dios, que no se muda."
Tomado de los escritos de Jesús Martí Ballester y del Mensaje del Papa en el aniversario de la fundación del monasterio carmelita de Ávila.
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