Friday, November 9, 2012

La Curandera de Becedas

«Aquí te martirizó, la célebre curandera , que logró tratarte mucho, pero no ponerte buena»

Teresa enferma. Los médicos no saben qué hacer y su padre decide llevarla a Becedas, con una curandera afamada. Mientras espera que llegue el verano, comienza a confesarse con el sacerdote del lugar, quien al ver el gusto con el que Teresa habla de Dios, le confiesa su pecado. Aquel clérigo llevaba siete a
ños en trato carnal estable con una mujer del lugar. «Era cosa tan pública que tenía perdida la honra y fama y nadie le osaba hablar contra esto». Ella se determina a que deje “la afición” a esa mujer, lo trata con amor, hablándole de Dios. Teresa le arrancó el idolillo de cobre que llevaba al cuello que la mujer le habia hecho llevar en muestra de su amor y lo devolvió al redil. Todos estos sucesos y padecimientos los relata con plasticidad y soltura la santa en su Autobiografía. Entonces Becedas era un pueblo de arrieros y de gente emprendedora, que aprovechaba la corriente del Becedillas para mover la industria de molinos y batanes.

Los tratamientos de la curandera la enferman todavía más. Sus síntomas: mal del corazón, debilidad extrema, calentura continua, dolores intensos en todo el cuerpo, tristeza profunda, y recibió como terapia una purga recalcitrante para los atascos del aparato digestivo. Aún así agradece a Dios: “…tengo por gran merced del Señor la paciencia que Su Majestad me dio, que se veía claro venir de Él” (V 5,5). Teresa hace vida lo que ha leído y orado; hace suya la oración de Job: “Pues si recibimos los bienes de mano del Señor, ¿por qué no sufriremos los males?”. (V5, 8 y Job 2, 10)

Su padre decide regresarla a Ávila, donde queda en estado de coma por tres días. Cuando ya está cavada su tumba y ya tiene cera en los párpados, recobra la conciencia. Su padre está arrepentido porque no la ha dejado recibir el sacramento de la Unción. Teresa agradece la nueva oportunidad de vida “…me parece estoy con tan gran espanto aquí y viendo como parece me resucitó el Señor, que casi estoy temblando ante mí” . (V5, 11)

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