Después de haber imaginado este nuevo monasterio, un día después de comulgar santa Teresa recibe la gracia de entender que Dios lo desea:
"Mandóme mucho lo procurase con todas mis fuerzas... y que se llamase San José, que a la una puerta nos guardaría él y nuestra Señora la otra y que Cristo siempre andaría con nosotras, y que sería una estrella que diese de sí gran resplandor..." (V32,11).
Pero que Dios lo quiera no significa que tendrá el camino allanado: "Yo sentí grandísima pena, porque en parte se me representaron los grandes desasosiegos y trabajos que me habría de costar, y como estaba contentísima en aquella casa ... Más fueron muchas veces que el Señor me tornó a hablar en ello, poniéndome delante las causas y razones que yo veía ser claras y que era su voluntad, que ya no osé hacer otra cosa sino decirlo a mi confesor, y dile por escrito lo que pasaba" (V32,12).
Teresa cuenta con los medios de Dios: los grandes deseos que el Señor ha puesto en su corazón, sus buenos amigas y amigos, personas de oración y discernimiento. Cuenta con la pobreza material, señal inequívoca de que la obra es de Dios. No tiene recursos económicos para poner en marcha la fundación, ni es libre para ello. Como mujer está sujeta a la autoridad masculina. Como religiosa, esta autoridad la ejercen su confesor y su prelado. El confesor al que se dirige santa Teresa es el P. Baltazar Álvarez, quien de manera humanamente realista piensa que es poco probable que esta empresa se logre, ya que Doña Guiomar de Ulloa, la amiga viuda de Teresa, dispuesta a ayudarla, tiene recursos limitados, por lo que dice a Teresa que trate este asunto con su prelado, es decir con el Provincial, Fr. Ángel de Salazar. Es Doña Guiomar quien se acerca al Provincial para tratar acerca de la fundación del nuevo monasterio y acuerda con él la renta que sería necesaria, así como que sólo habría 13 monjas. El P. Salazar da su autorización en un primer momento. Santa Teresa y Doña Guiomar escriben también a san Pedro de Alcántara, quien había llevado a cabo la reforma de los franciscanos, y reciben ánimo y buenos consejos.
Sin embargo, en cuanto se comenzó a saber por Ávila este intento de fundación, comenzaron las dificultades: "la gran persecución que vino sobre nosotras, los dichos, las risas, el decir que era disparate..." (V32,14). Para Teresa, a quien siempre le había preocupado su buena imagen, estas murmuraciones y burlas se convierten en una purificación que la llevan a liberarse completamente del deseo de agradar a la sociedad, motivada por el deseo de agradar a Dios y animada porque Él le había dicho "que entrase como pudiese, que después vería yo lo que su Majestad hacía" (V32,18). El Señor la confirma en esta determinación de fundar, como ella lo narra en las Relaciones 19: "Mientras se vive, no está la ganancia en procurar gozarme más, sino en hacer mi voluntad”. Las dificultades aumentan, cuando el Provincial retira su permiso, ya que él pensaba en una nueva comunidad no reformada. Teresa confía en que nadie puede “atarle las manos” a Dios (Rel. 19), y con la certeza que le da el deseo de hacer la voluntad del Señor, decide junto con Doña Guiomar pedir el permiso o licencia a Roma y fundar el monasterio bajo la autoridad del obispo, Don Álvaro de Mendoza. Serán dos años de dificultades e impedimentos, que santa Teresa sortea apoyada tanto en su confianza en Dios, como en su determinación, ingenio, flexibilidad en la búsqueda de soluciones e inteligencia social, para así superar cada uno de los obstáculos que surgirán para la erección de este pequeño monasterio contemplativo.
"Pues todo concertado, fue el Señor servido que, día de san Bartolomé, tomaron hábito algunas y se puso el santísimo Sacramento. Con toda autoridad y fuerza quedo hecho nuestro monasterio del gloriosísimo padre nuestro San José, año de mil quinientos y sesenta y dos" (V 36,5).
No comments:
Post a Comment