El Carmelo de San José de Ávila es la cuna de la Reforma Teresiana, ya que fue la primera fundación de Santa Teresa inaugurada el 24 de agosto de 1562, festividad del apóstol San Bartolomé. Teresa de Jesús vivió cinco años consecutivos en su clausura, desde 1562 a 1567, año en el que, sigu
iendo el mandato del General de
la Orden de que fundase “tantos conventos como pelos tenía en la
cabeza”, inició la expansión de su obra por toda Castilla.
El 2 de noviembre de 1570 cruzó la puerta reglar de ese convento la joven de veintiún años Ana García Manzanas, para vivir el resto de su vida entre sus muros con el nombre de Ana de San Bartolomé. Fue la primera hermana lega, de velo blanco o freila que acogió Santa Teresa en su primer Carmelo y, cómo ella, soñó con no salir de este convento pero, también como ella, se vio abocada a un incesante ir y venir, primero como su compañera inseparable los últimos cinco años de la vida de la Fundadora, y, después, como andariega de caminos extranjeros, cuando, en 1604, abandonó el Carmelo de San José de Ávila para expandir el Carmelo Teresiano en Francia y Flandes, en cuyo Carmelo de Amberes murió el 7 de junio de 1626, con gran fama de santidad.
El convento de San José de Ávila ha transmitido, de generación en generación, la devoción a esta ilustre carmelita descalza tan querida por Santa Teresa y tan vinculada a su propia historia. Entre sus muros se conservan numerosos objetos y recuerdos de Santa Teresa y de la Beata. Una de las reliquias más entrañables de este Carmelo es la famosa campanita rota o primitiva que compró la Santa a precio de saldo por el agujero con que salió de la fundición y cuyo peculiar tañido inauguró el Carmelo Descalzo el amanecer del 24 de agosto de 1562.
El 2 de noviembre de 1570 cruzó la puerta reglar de ese convento la joven de veintiún años Ana García Manzanas, para vivir el resto de su vida entre sus muros con el nombre de Ana de San Bartolomé. Fue la primera hermana lega, de velo blanco o freila que acogió Santa Teresa en su primer Carmelo y, cómo ella, soñó con no salir de este convento pero, también como ella, se vio abocada a un incesante ir y venir, primero como su compañera inseparable los últimos cinco años de la vida de la Fundadora, y, después, como andariega de caminos extranjeros, cuando, en 1604, abandonó el Carmelo de San José de Ávila para expandir el Carmelo Teresiano en Francia y Flandes, en cuyo Carmelo de Amberes murió el 7 de junio de 1626, con gran fama de santidad.
El convento de San José de Ávila ha transmitido, de generación en generación, la devoción a esta ilustre carmelita descalza tan querida por Santa Teresa y tan vinculada a su propia historia. Entre sus muros se conservan numerosos objetos y recuerdos de Santa Teresa y de la Beata. Una de las reliquias más entrañables de este Carmelo es la famosa campanita rota o primitiva que compró la Santa a precio de saldo por el agujero con que salió de la fundición y cuyo peculiar tañido inauguró el Carmelo Descalzo el amanecer del 24 de agosto de 1562.
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