Friday, November 9, 2012

"Sin Vos, ¿qué soy yo, Señor?"


La oración teresiana es una oración cristológica, es decir, tiene como centro a Cristo, trata con Cristo, ama a Cristo. Así vivió santa Teresa de Jesús, así expresó su experiencia en sus escritos y así educa en la oración a sus hijas y a nosotros, si queremos conocer su obra.

La mística cristiana es tratar con Cristo, en amor y amistad, en una relación personal, co
n lo que cada uno es, con sus deseos, su trayectoria de vida, su humilde petición.

Cristo está en el centro de la oración teresiana. Conocemos bien su definición de oración: "estar tratando de amistad muchas veces estando a solas con quien sabemos nos ama" (V 8,5). El camino es Cristo para llegar al Misterio de Dios, su Humanidad sacratísima. Este camino lo recorre Teresa de Jesús gozosísima.

La vida cristiana vive de Cristo, y la oración es una relación con Cristo que conduce al Padre, es muy importante para Teresa llegar a Dios a traves de la humanidad del redentor, traer a Cristo "cabe sí", junto a ella, al lado de Teresa y hablarle, oírle, mirarle. Mediante Cristo, amigo verdadero, Dios se sigue revelando al alma.

La presencia de la Humanidad sacrítisima de Cristo acompaña la vida del orante. A Cristo vuelve su mirada según lo que cada cual está viviendo, en los distintos momentos de la propia experiencia. La oración es cristológica y se enraiza en la realidad concreta de nuestra vida. Es abrazarse al Señor: "No creo que va en huir del cuerpo sino en que determinadamente se abrace el alma con el buen Jesús, Señor nuestro, que como aquí lo halla todo, lo olvida todo" (C9,5).

Hablar y mirar a Jesucristo: ésta sería una etapa importantísima de la oración teresiana; hablarle con amor y amistad, y mirarle para sentir lo que sintió Cristo, recibir su gracia, aprender de Él, ofrecerle a Él consuelo, alegría, palabras de amor...
"Si estáis alegre, miradle resucitado; que sólo imaginar cómo salió del sepulcro os alegrará. Mas ¡con qué claridad y con qué hermosura, con qué majestad, qué victorioso, qué alegre!. Como quien tan bien salió de la batalla adonde ha ganado un tan gran reino, que todo le quiere para vos, y a Sí con él. Pues ha ganado un tan gran reino que todo le quiere para vos, y a Sí con él. Pues ¿es mucho a quien tanto os da volváis una vez los ojos a mirarle?
Si estáis con trabajos u triste, miradle camino del Huerto. ¡Qué aflicción tan grande llevaba!; pues con ser el mismo sufrimiento la dice y se queda de ella; o miradle atado a la Columna lleno de dolores, todas sus carnes hechas pedazos por lo mucho que os ama: tanto padecer, perseguido de unos, escupido de otros, negado de sus amigos, desamparado de ellos, sin nadie que vuelva por Él, helado de frío, puesto en tanta soledad, que el uno con el otro os podéis consolar; o miradle cargado con la cruz, que aun no le dejaban hartar de huelgo; míranos ha Él con unos ojos tan hermosos y piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará sus dolores por consolar los vuestros, sólo porque os vais vos con Él a consolar y volváis la cabeza a mirarle" (C 26,5).

Tan cristológica es la oración teresiana, que Cristo es tratado con amor y a Él se dirige el corazón derramando su amor y afecto al Señor y suplicando su amor.

Torno a decir, Dios mío, y a suplicaros, por la sangre de vuestro Hijo, que me hagáis esta merced:
"béseme con beso de su boca", que sin Vos, ¿qué soy yo, Señor? Si no estoy junto a Vos, ¿qué valgo? Si me desvío un poquito de Vuestra Majestad, ¿adónde voy a parar?

¡Oh Señor mío y Misericordia mía y Bien mío! Y ¿qué mayor le quiero yo en esta vida que estar tan junto a Vos, que no haya división entre Vos y mí? Con esta compañía, ¿qué se puede hacer dificultoso? ¿Qué no se puede emprender por Vos, teniéndoos tan junto? ¿Qué hay que
agradecerme, Señor? Que culparme, muy mucho por lo que no os sirvo" (C 4,7)

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