Primera Parte
Por: Packo Cisneros
Mucho es lo que se ha escrito de la Santa de Ávila; esa mujer que siendo “flaca y ruin” recibió las mercedes de Dios e hizo “ de ese lugar fangoso un huerto con suaves flores” . Para muchos la vida espiritual de Teresa de Jesús es un enramado de las tradiciones espirituales que estaban vigentes en la España del Siglo XVI, para otros es la “Maestra de los espirituales”. Su aporte a la vida no sólo en el ámbito espiritual es tan rica y novedosa que pasaríamos largo tiempo en decir qué es lo que hace de su propuesta una verdadera obra para humanizar a la sociedad, y al hombre como el concreto que crea a ésta.
Santa Teresa como ella se describe, no es una mujer de altas letras, no es una teóloga, ni filósofa, pero sí es una mujer que ha leído a los grandes maestros de su época; es una mujer que ha hecho consciente todo aquello que habita en su interior, que deja actuar al Espíritu desde la Humanidad de Cristo, quien, en ella le concede “estas mercedes”. Teresa, nos hace recordar la necesidad que tiene el autoconocimiento para poder entrar en la vida espiritual “sería gran bestialidad que nos preguntaran quiénes somos, y no supiéramos dar respuesta”. Esto nos hace recordar al filósofo Sócrates quien nos dice: “conócete a ti mismo”. Para la abulense, el autoconocimiento inicia aceptando que esta vida es una gracia, un don y que en ella influye la familia, la sociedad, el contexto en el que vivimos, y es por eso menester saber que somos hijos de nuestro tiempo.
No se puede ignorar lo que nos acontece, pues todo ello nos va perfilando en nuestro estar echados al mundo; ella es muy certera al decir, que “el mundo está ardiendo” esto con referencia a Calvino, en nuestro contexto ¿Cómo está ardiendo el mundo? ¿Cuáles son las lecturas que realizamos de lo que nos acontece? ¿Somos críticos en las situaciones o nos quedamos sólo mirando para no comprometernos? “Hagamos esto poquito que está en nosotras”, es la respuesta de la Santa, eso poquito, es la oración de sus monjas; una oración que está impregnada por celo a la Iglesia de la cual es hija y por el mundo en el contexto que le tocó vivir.
Estamos en mundo cargado de ciencia, de tecnología, de relaciones cada vez más impersonales, nos estamos dejando llevar por la sed del tener, los apegos, los falsos dioses y las decisiones que tomamos a vapor, por aquello de que “hay que vivir más rápido para tener más experiencia de lo que el mundo nos presenta” ¿Es esto lo que nos separa de ese Dios que es tan Humano? ¿Esto es lo que nos separa de la sociedad, de nuestras familias, de nosotros mismos? Somos parte de una sociedad donde todo está siendo alienado por el relativismo; estamos perdiendo la capacidad de escucha y sólo nos apalabramos, ya no decimos lo que experimentamos en el interior por miedo a que se mofen de nosotros. Nos da miedo hablar de lo que se gesta en nuestro interior, de aquello que verdaderamente es importante para sabernos humanos, completamente humanos.
Esta es una de las partes que Teresa quiere rescatar en el autoconocimiento, la capacidad de escucha, hacer vigente, vivo y experiencial el primer mandamiento que da Yahveh a su pueblo “Escucha Israel”. Sólo la escucha de nuestro interior, tal como lo hizo el Hijo Pródigo nos lleva a descubrir la riqueza teresiana del autoconocimiento “ir dentro de nosotros mismos” para saborear las mercedes de ese Dios que está vivo y que sólo quiere de nosotros la determinación para ser hombres y mujeres plenos, enraizados en el amor.
Es por eso que nuestra Maestra, no nos habla de lo que Dios es sino de lo que Dios hace en ella. ¿Cómo logra Teresa descubrir lo que Dios quiere de ella? ¿Cómo es que Dios se hace presente en su vida y se convierte en Presencia Amorosa? ¿Cómo Teresa se descubre hija de su tiempo y a la vez entra en sí misma para conocer la mirada cálida de ese Dios que se revela no sólo la oración sino en las obras?...
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